
El Delta del Paraná apuesta al bambú como motor de innovación y sustento
En el Delta del Paraná, el bambú, conocido como acero vegetal, se posiciona como una alternativa sustentable. Su rápido crecimiento y versatilidad abren nuevas oportunidades para la economía local, impulsando proyectos innovadores
En el Delta del Paraná, ese rincón de la Argentina donde conviven la forestación, los frutales y el turismo, comienza a ganar espacio un cultivo inesperado: el bambú. Aunque muchos lo asocian exclusivamente con Asia, esta planta también tiene historia y presente en territorio bonaerense.
Las primeras plantas de bambú llegaron al Delta entre 1850 y 1950, cuando se usaban como cortinas para proteger los frutales del viento y de la erosión en las costas, explicó Martina Halpin, docente de la Facultad de Agronomía de la UBA. Aquellos cañaverales, plantados como cultivo auxiliar, sobrevivieron incluso a la crisis frutícola de mediados del siglo pasado y permanecieron en pie, adaptándose al ambiente húmedo de la región.
Hoy, en sintonía con tendencias globales que revalorizan este recurso, el bambú se perfila como alternativa sustentable y versátil. Su rápido crecimiento ?puede alcanzar un metro en una semana? y su resistencia le valieron el apodo de acero vegetal. El bambú no es un árbol, es una gramínea gigante. Lo que hace es engrosar sus paredes internas con el tiempo, lo que le da una capacidad estructural sorprendente, señaló Halpin.
En el Delta, cuatro especies templadas se desarrollan con fuerza. Algunas, como la Phyllostachys viridis, pueden alcanzar 15 metros de altura y 10 centímetros de diámetro. Lo importante es cosechar en el momento óptimo, entre los 3 y 5 años, cuando la caña ya tiene la madurez necesaria para resistir mayores cargas, agregó la especialista.
El resurgimiento del bambú también se debe al trabajo de organizaciones locales. La cooperativa Origen Delta agrupa a unas 40 familias que impulsan su aprovechamiento. Estamos en un proceso de industrialización, contó Halpin. Hay quienes fabrican instrumentos musicales en el proyecto Suflaifla. Otros construyen domos y cercos, y yo trabajo con brotes comestibles, que son muy populares en Asia y acá tienen un potencial enorme como alimento saludable y sustentable, agregó.
Las iniciativas no se quedan allí: tableros, bandejas, estuches de cosmética natural y hasta prototipos de muebles se elaboran a partir de esta materia prima. La perspectiva es clara: avanzar desde la artesanía hacia una industria consolidada. Para Halpin, ese salto requiere acompañamiento estatal, tal como ocurrió en su momento con la forestación de sauces y álamos en la región.
La bioconstrucción es una tendencia global, y el bambú tiene un futuro enorme en ese campo, sostuvo. Pero para lograrlo, será necesario un plan de producción sistemático que sume a agrónomos, diseñadores, biólogos y economistas en un esfuerzo interdisciplinario. El bambú puede servir para construcción, fibras textiles, papel, biocarbono activado para purificar agua? las posibilidades son muchísimas, subrayó.
Mientras tanto, en los cañaverales que crecieron por más de un siglo a orillas del Paraná, una nueva economía verde comienza a abrirse camino. El bambú, esa hierba gigante, busca su lugar en el Delta argentino como alternativa sustentable y como símbolo de que, en este país, todavía hay mucho por descubrir.

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